noviembre 24, 2024

Crónicas de Ri. – INOCENCIA PERDIDA.

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La línea entre la niñez y la pubertad es tan delgada que solo hace falta un detonante para que esta se rompa, y es que aquel caluroso sábado me dirigí a la arrocera (procesadora de arroz) a buscar a mi padre con la intención de hacerme de veinte pesos, pues era día de paga y había que apurar el paso, apenas cruce la carretera cuando observe que el camión de la línea Cristóbal Colón que iba a Izucar de Matamoros había hecho la obligada parada en Escape de Lagunillas, algunas personas ya habían descendido de este mientras otros aún lo abordaban, en ese momento un sujeto se dirigió a mi persona diciéndome ¡hey niño, tú eres nieto de don Pancho Coronel verdad? sí, respondí con orgullo sin percatarme de la maliciosa sonrisa del sujeto que de nueva cuenta me dijo, pues salúdalo, mira está arriba del autobús, su dedo índice señaló exactamente en qué parte del camión de pasajeros se encontraba mi abuelo  al que observé impecablemente vestido con una guayabera de color blanco resaltando entre la multitud su peculiar sombrero, ¡abuelito, abuelito! Le gritaba desesperado, sin embargo al no obtener respuesta opte por continuar con mi camino.  A otro día por la mañana mis tíos VICENTE, CARLOTA, BENITA, PANCHO y mi padre se encontraban reunidos en la amplia sala de los años cuarenta de la casa de mi abuelo que en ese momento departía con ellos, mientras en un sillón colocado en la entrada de la casa mi abuela degustaba su infaltable café de olla que combinaba con sus cigarros Del prado sin filtro, entre anécdotas y risas la mañana transcurría hasta que en determinado momento todos callaron como tomando un respiro, era tal el silencio que podía escucharse como la abuela agitaba con sus temblorosas manos el café antes de que este llegara a su boca, en ese momento, yo que estaba de mirón en la peculiar escena rompí el silencio solo para dirigirme al abuelo a quien  a manera de reclamo pregunte  por qué no me había respondido el día anterior cuando lo vi arriba del autobús, No, no era yo, te equivocaste hijo, respondió el abuelo; sin embargo, insistí  y de nueva cuenta aseveré, si eras tú abuelito, es más, un señor me dijo que  estabas en el camión porque yo ni te había visto, el abuelo insistió en su negativa y antes de concluir su frase fue interrumpido por la abuela que con voz autoritaria dijo, a ver pancho, adonde te fuiste ayer, ahora que recuerdo te me desapareciste en la mañana, adonde estabas?, no Juanita, el niño se equivocó seguramente creyó que era yo, pero no, yo estaba en las oficinas del ejido, no pancho insistió la abuela, si el niño dice que te vio en el camión es porque estabas en el camión, adonde te fuiste ayer, dijo esta vez con enojo doña Juana Clara, la situación empezaba a tornarse tensa cuando mi tío Pancho entró al quite y me dijo, hijo ve a la tienda por unos refrescos, pero vas a la tienda de Cita (la más retirada)  porque ahí están más fríos, asentó el menor de mis tíos mientras sacaba un billete de cincuenta pesos, en ese momento tomé unos envases de vidrio y prácticamente corrí a cumplir el mandado, pues estaba seguro de que los cinco pesos de cambio terminarían en mi bolsillo, para cuando regrese a la casa ya todo había vuelto a la normalidad, la abuela degustaba otro cigarro y mis tíos reían y escuchaban atentos al jerarca, yo por mi parte salí a jugar. Por la noche al dirigirme a mi habitación que se encontraba en la planta alta de la casa justo subiendo el último de los escalones escucho a mi espalda la voz de mi abuelo que dijo, ven hijo quiero hablar contigo, si abuelito dígame, respondí con respeto, mira hijo la persona que viste ayer en el autobús, si era yo y si te vi, lo que pasa es que no podía responderte, pero eso no quiere decir que te ignore, pero si me vuelves a ver no le digas a tu abuelita, ella ya esta viejita y se angustia de todo y no queremos que se enferme verdad?, no abuelito, respondí algo asustado, el abuelo embozó una sonrisa y me dijo,  bueno parece que ahora si nos estamos entendiendo, ve a dormir hijo y no lo olvides, si me vez no le digas a tu abuelita., antes de retirarse mi abuelo depositó un billete de cincuenta pesos en mi mano mientras sonreía y me guiñaba un ojo…… en ese momento, en ese preciso momento mi inocencia terminó y dio paso al diablillo que domina la pubertad..!Gracias abuelo!

Redacción ESQUEMA Noticias

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