AMBIGÚ 967
- Bedolla le falló a López Obrador
Por Martha Elba Torres Martínez
agenciaesquema.com
Los resultados de las elecciones del 2 de junio indudablemente echan abajo los paradigmas que sobre democracia y ciudadanía rigieron por lo menos los últimos 50 años. En un santiamén, estamos pasando del modelo de “avance democrático” a la “democracia centralista”. Todo el poder en un solo Poder, el presidencial.
Someter al tamiz electoral todo ente público -Poder Judicial y eventualmente Fiscalías de Justicia también-, es la forma que ve López Obrador para garantizar democracia y sobre ésta construir la centralidad, que no es otra cosa que la subordinación de la minoría a la mayoría; en teoría, la certeza del gobierno colectivo y por tanto la máxima unidad.
Comunismo, dice el obispo de Apatzingán, Cristóbal Ascencio García.
Para mi tía Lupis (76 años), la menor de las hermanas de mi sacrosanta madre, ni siquiera sabe cómo se come eso. Pero no pudo plantearme de mejor manera, porqué ganó AMLO el 2 de junio: “todos roban, pero nunca, ningún presidente nos había regalado dinero”. Ni cómo alegarle.
El gobierno nada más chupa sangre; impuestos, multas, derechos, “moches”, etc. Y llega López Obrador que aunque también sangra, “devuelve” -por decirlo así mi tía Lupis-, con los programas sociales. Y hay para todos, viejitos, mujeres, madres solteras, campesinos, jóvenes, discapacitados, estudiantes. Solo falta un apoyo para las mascotas y así dejen de echar a la calle a los indefensos perritos.
Pero AMLO no inventó el apoyo social. ¡Claro que no! pero ha sido el único que lo da en efectivo y no en especie, para gastarlo en lo que una quiera.
La política social de “por el bien de todos, primero los pobres”, tampoco es nueva. Pero da a todos, tengan o no tengan. Eso si, bien democrático.
A mediados del siglo pasado, con el México institucional, se crean las primeras acciones de progresión social, el IMSS y el ISSSTE para la clase obrera y burócratas; el Instituto Nacional de la Vivienda, hoy Infonavit; para la atención de los indígenas, el INI y luego el INPI que los clasificó por etnias. Luego vino el CONAFE y el Programa de Apoyo Alimentario -como recuerdo el desayuno escolar del Instituto Mexicano de Protección a la Infancia: leche, un panesote, plátano y la palanqueta de cacahuate para agarrar fuerzas-.
Con el neoliberalismo vino una expansión de los programas sociales; así apareció el Pronasol, luego el Progresa, Oportunidades, Prospera y con la 4, el más popular de todos los tiempos: las transferencias bancarias. Lo chido es que nadie esta obligado a justificar el buen uso de este dinero, porque lo que se puede usar hasta para comprar droga o alcohol.
Pero tampoco, el gobierno de México en su 4T, es el único que entrega una renta básica o ingreso mínimo para asegurar las necesidades más elementales como alimentación, salud, vivienda y educación.
VG Baca y Haquehua (2015) nos llevan a comprender porqué desde la primera década del milenio, algunos países y ciudades de Estados Unidos -muy pocos- comenzaron a implementar un pago estatal por derecho de ciudadanía. Nos citan el caso de Holanda, donde las regiones experimentales redujeron la violencia familiar, zonas delictivas y suicidios; no condiciona ninguna contraprestación, pero beneficiarios realizan actividades voluntarias en escuelas, obras públicas y salud. Pero este país desarrollado tiene 17.7 millones de habitantes.
Otro caso de éxito de retribución social presentado por los autores, es el de Alaska, que entrega cada año a sus ciudadanos -con residencia mínima de un año- un dividendo por aproximadamente dos mil dólares, por la explotación del petróleo. Este estado de la Unión Americana tiene alrededor de 733 mil habitantes.
El gobierno de Portugal entrega a sus adultos mayores de 65 años una pensión y en el caso de Perú, ese apoyo a los viejitos se consideró por la pandemia pero no se pudo sostener por distintos factores, de acuerdo a las conclusiones del foro público “Frente a la pandemia: Ingreso Universal Ahora”, organizado por la campaña #IngresoBásicoUniversal en 2020. (disponible en: https://latindadd.org/economias-transformadoras/renta-basica-universal-garantia-de-derechos-o-populismo/), y que busca que la Renta Básica Universal que extienda a toda Latinoamérica.
Pardes (2016) publicó una investigación sobre la experiencia de la renta mensual estatal en el poblado de Dauphin, Canadá. El ejercicio inició en 1974 y fue interrumpido al cabo de cinco años. “Nunca se llegó a publicar un informe de los resultados. Años después, una economista de la Universidad de Manitoba recopiló los datos archivados de ese proyecto para elaborar un informe. El documento, publicado en 2011, mostraba que durante los cinco años que los ciudadanos pasaron recibiendo la renta, disminuyeron los accidentes laborales, aumentó la tasa de graduaciones y la gente le dedicaba más tiempo a sus familias y no tanto a su trabajo. En conclusión: si ya no tienes que trabajar para vivir, tu calidad de vida mejora mucho”. Dauphin cuenta con 7,457 habitantes…
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