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Definitivamente la primera impresión nunca se olvida y como olvidarlo en mí caso, si aquella mañana por azares del destino me encontraba en la entrada de la diminuta oficina de la sección de homicidios, no podía salir de mi asombro y estupefacto observaba a aquella mujer policía que imponente reprimía a un alto y obeso sujeto, ante la escena opte por retirarme discretamente del lugar pero sin perder visibilidad, finalmente mi asombro de convirtió en admiración, “esos son ovarios” me dije a mi mismo; con el paso del tiempo tuve la oportunidad y fortuna de convivir con el producto de mi admiración, solo para darme cuenta que atrás de esa ruda mujer existe una verdadera señora; empática, amable, sociable y solidaria entre otras virtudes, valores que se acentuaron cuando para la elaboración de un ejercicio literario puso en mis manos un fajo de hojas en los que de su puño y letra narraba su vida de la que yo en su mayoría desconocía, mientras leía aquellas notas la imaginaba correr por las empedradas calles de su pueblo natal, la imaginaba caminar a la escuela y vi a través de su relato las peripecias y sacrificios que hizo para ingresar a un trabajo que en esa época era dominado y destinado a los hombres, por medio de ese escrito pude darme cuenta de sus metas, logros, alegrías y tristezas, pero sobre todo pude comprobar que para ser llamada madre, no hace falta tener hijos propios…solo se requiere contar con la integridad y valores que esta gran mujer tiene de sobra.
Si alguien se ha ganado el derecho de ser reconocida y llamada madre…esa eres tú.
“Felicidades en tu Día”
Con todo cariño, respeto y sobre todo admiración, para mi amiga Ma. De Los Ángeles Ruiz
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