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Todo comenzó como una broma; sin embargo, las cosas subieron de color y…calor, pues la damisela cambiaba de rojo a morado al escuchar las “pretensiones” del abogado que a pesar de su silencio intercambiaba discretas miradas con la aludida, y es que quien fungía de mensajero fue más que obvio al proporcionar detalles del emisario que justo se encontraba al lado de él, “que es usted muy guapa, que lo trae cacheteando el pavimento, que tiene un no sé qué, que le quita el sueño y cuando logra conciliarlo usted siempre está ahí”, pues que me lo diga el, replicaba la dama mientras apuraba el taco de frijoles sin apartar la mirada del pretendiente, para ese momento el aprendiz de Celestino avivó el fuego e inquirió; y donde vive usted? Porque su enamorado es nativo de la riviera del lago de Pátzcuaro, de un pueblo mágico llamado Tzintzunzan, ¡huy que suerte la mía¡ respondió apresurada la pretendida, yo también soy de un pueblo mágico, o sea que vamos a hacer magia, bueno si es que el joven se anima, pero…ni me dice nada; la respuesta a todos tomó por sorpresa dejando sin palabras incluso al azuzador quien de inmediato se recuperó y soltó el último dardo…pues dele su número de teléfono o van a dejar las cosas así?, inquirió; para ese momento la dama ya había desbloqueado su aparato celular y se apresuraba a dictar los dígitos 443 ..aguántame respondió el tímido enamorado que nervioso manipulaba su teléfono mientras se quitaba el sudor que para ese momento le cubría la frente; después del intercambio de contacto ambos se relajaron, sonrieron, rieron y hasta bromearon, la plática se tornó amena y de paso nos enteramos que la dama era oriunda de una Tenencia de Morelia cuya actividad principal es la elaboración artesanal de molcajetes, todo era felicidad hasta que nos percatamos que ya casi eran las cinco de la tarde y por ende nos retiramos del lugar, el trayecto a la oficina fue muy corto, pero suficiente para que el flechado jurista entre suspiros preguntara…apoco no está igualita a Yalitza Aparicio?, mmm se parece más a la India María respondió uno de sus compañeros, a lo que el flechado de inmediato soltó, ¡mejor¡así seré su Filemón… las carcajadas aparecieron de manera natural y con ese buen sabor de boca cada uno se enfiló a su hogar, o al menos eso creímos, pues a otro día el cautivado abogado no solo llegó tarde a la oficina, sino también desvelado y aparentemente debilitado, pero eso sí, según sus propias palabras, con la satisfacción de haber complementado ese día el desayuno, con una exquisita salsa de molcajete.
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