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Pátzcuaro, Michoacán.- Una fuente de piedra resguarda una de las leyendas más entrañables del pasado colonial michoacano. Se trata de la Pila de Santa María, también conocida como la Alcantarilla de Don Vasco, en el corazón del pueblo mágico de Pátzcuaro.
Ubicada en la calle de Alcantarillas, la Pila de Santa María forma parte del entorno arquitectónico que rodea al Centro Cultural Antiguo Colegio Jesuita. Pero más allá de su valor estético, este monumento es un testimonio vivo de una historia que data del siglo XVI.
La tradición popular relata que, tras trasladar la sede episcopal de Tzintzuntzan a Pátzcuaro, el entonces obispo Vasco de Quiroga, también conocido como Tata Vasco, se enfrentó a un grave problema; el manantial que abastecía de agua a la población comenzaba a secarse. Preocupado por la situación, observó un día a un pájaro mojarse en un pequeño montículo de piedras. Intrigado, organizó una procesión hasta el lugar y, en un acto simbólico de fe, clavó su báculo episcopal en el suelo. Milagrosamente, el agua brotó.
Actualmente, una placa conmemorativa instalada en el sitio recuerda ese momento, señalando que en ese lugar “se distribuye el agua del manantial que Don Vasco hizo brotar con su báculo pastoral en 1540”.
Más que una simple fuente, la Pila de Santa María representa un legado de fe, ingenio y amor por el pueblo. Forma parte del rico patrimonio histórico de Pátzcuaro y continúa siendo un punto de encuentro para habitantes y visitantes que desean conectarse con las raíces espirituales de esta emblemática ciudad michoacana.
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