Cuando mueren los apegos, nace la libertad
La libertad florece cuando renunciamos a los apegos. Esta es una profunda verdad sobre la naturaleza humana y el camino hacia el bienestar emocional. Los apegos, en su mayoría, son vínculos excesivos o dependencias hacia cosas, personas o incluso ideas, que nos limitan y condicionan nuestra capacidad de experimentar la vida con plena libertad.
Cuando el apego se convierte en una necesidad constante de controlar o aferrarse a algo, nos priva de nuestra autonomía interior. Nos atamos a expectativas y deseos que, en muchos casos, no son realistas o que están fuera de nuestro alcance. Nos empeñamos en buscar seguridad en lo que es temporal y cambiante, cuando la verdadera paz proviene de aceptar la impermanencia de todas las cosas.
La libertad, por otro lado, no es solo la ausencia de restricciones externas, sino también la capacidad interna de estar en paz con lo que es. Cuando dejamos de aferrarnos a lo que ya no nos sirve —ya sea una relación, un trabajo, una creencia o incluso una versión de nosotros mismos— podemos finalmente abrir espacio para lo nuevo. Al liberarnos del miedo a perder lo que creemos que necesitamos, descubrimos una paz más profunda que no depende de circunstancias externas.
Esto no significa que debamos vivir sin vínculos o emociones. Los apegos más saludables son aquellos que nos permiten amar y conectar sin la necesidad de posesión o control. El verdadero desprendimiento implica reconocer que nuestra felicidad no depende de lo que tenemos, sino de lo que somos. Cuando los apegos mueren, nacemos a una nueva forma de libertad, donde el miedo y la ansiedad ya no tienen poder sobre nosotros. La libertad es el resultado de soltar, de confiar en que, al no aferrarnos a nada, somos completos en nuestra esencia.
Tarea escrita y compartida por Josefina Krieger de la Borbolla
¡Muchas gracias!
Bendecido lunes.
Deja un comentario