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“El último círculo del infierno está reservado para los traidores, donde son castigados eternamente.
A diferencia de los demás pecadores, para traicionar primero hay que ganarse la confianza y el afecto de la víctima.
Para los traidores, nunca habrá perdón”.
La traición.
La cita con la que iniciamos la reflexión de hoy proviene de «La Divina Comedia», una obra maestra escrita por Dante Alighieri en el siglo XIV.
En esta obra, Dante presenta un viaje a través del Infierno, el Purgatorio y el Paraíso, explorando temas de justicia, moralidad y redención.
En su obra, Dante se adentra en la complejidad del pecado y la justicia divina, ubicando a los traidores en el círculo más bajo del infierno. Esto se debe a que la traición implica un quiebre de la confianza, una traición al amor y a los vínculos que unen a las personas.
La reflexión de Dante sobre la traición y su castigo resuena con fuerza en el contexto de aquellos que, en posiciones de poder, eligen traicionar la confianza de quienes dependen de su integridad. La responsabilidad de los Ministros de carrera de la actual Suprema Corte de Justicia de la Nación es monumental, y sus acciones (como la de ayer) tienen repercusiones que van más allá de sus propias decisiones, afectando a toda una nación.
La traición en este contexto se vuelve aún más dolorosa, ya que los mencionados personajes judiciales han sido designados con la expectativa de que defenderán y protegerán los derechos de los ciudadanos y de los propios integrantes del Poder Judicial Federal. Al traicionar esa confianza, se convierten en agentes de desilusión para miles de personas que dependen de un sistema judicial justo, y de otras miles que trabajan en los tribunales federales para que así lo sea. La frase «para los traidores, nunca habrá perdón» refleja la gravedad de estas acciones y su impacto duradero en la sociedad.
Bendecido miércoles.
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