Guardadas las proporciones de estas experiencias en cuanto a población y desarrollo económico, resultan incomparables con México por una razón poderosa: todos los casos documentados sobre la RBU, han tenido ciento por ciento un fin social, y no político/electoral como es nuestro caso. La prueba irrefutable son los resultados del 2 de junio pasado.
Ingeniosamente y como ya se puede comprobar, López Obrador dedicó su sexenio no ha transformar la realidad social de México, sino a transformar el régimen político y para ello “domesticó” al electorado, que agradeció enormemente con su voto. Seis de cada 10 ya habían decidido por quién votar desde antes de las campañas.
“Amor con amor se paga”, reza en los gráficos que anuncian la dispersión de la pensión del adulto mayor a partir del 1 de julio, y no desde el día 5 del bimestre como venía sucediendo.
De 2019 a este 2024, la inversión total en programas sociales asciende a 2.7 billones de pesos; a partir de 2025 habrá transferencias a mujeres de 60 a 64 años, y está el compromiso de Claudia Sheinbaum de la beca universal para educación básica, como 21 millones de alumnos.
A partir de esta revisión, es posible formular tres preguntas: 1.- ¿Ha mejorado la calidad de vida de la población o es una quimera?; 2.- La población crece más rápido que la economía, ¿hasta cuándo habrá para subsidiar tanta renta bimestral? Y 3.- ¿En política, quién puede contra el presidente que regala dinero?
Lo que queda de los partidos de oposición, mejor deberían ponerse a pensar sobre soluciones a los nuevos problemas y no destriparse a lo tarugo…
Deja un comentario