- La otra historia que no se había contado.
Nuevo Parangaricutiro, febrero de 2025.- A 82 años del nacimiento del volcán Parhíkutin, daremos a conocer un trabajo de investigación del Colegio de Michoacán, sobre los días previos al nacimiento y posterior a la erupción del volcán, en esa región.
Parangaricutiro, significa, “sobre una meseta”, la región se considera desde el siglo XVII, el balcón natural más importante hacia la tierra caliente michoacana y por ende, una vía de acceso de los productos tropicales hacia las tierras altas del estado.
Centro rector de esta región de la Meseta Purhépecha, paso obligado de arrieros, donde cada domingo se formaba “un bonito y grande comercio”, congregando a gentes de San Francisco Peribán, quienes llevaban al mercado caña de castilla y camotes; de Zacán, quienes ofrecían productos tejidos de palma. Los de Angahuan, llevaban a vender madera labrada; los de Santa Ana Zirosto, cobijas y duraznos; los habitantes de Parhíkutin, “bajaban a mercar” aguamiel, tamales y sobre todo peras. En fin, acudían también al negocio, de los pueblos de Tancítaro, de Apo, de Corupo y a veces de Charapan.
Durante la semana, los hombres de San Juan se ocupaban de las milpas, el frijol y los trigales en el llano de Cuiyutziro y de explotar los bosques cerriles sacando resina y tejamanil de encinos, pinos y oyameles; en tierras comunales los más, de arrendamiento muchos y de propiedad muy pocos. Las mujeres le daban fama al pueblo con el diseño y confección de colchas, trabajo duro que al cabo de los años minaba sus fuerzas y su salud. Unos cuantos sanjuanenses, “los pudientes”, se dedicaban al comercio y a una actividad tradicional, la arriería.
Esta era la situación de la comunidad en el parteaguas de los años treinta y cuarenta del siglo XX, época en que las noches del pueblo se alumbraban con cachaza colgada de los postes, hasta que un fenómeno natural cambió la vida y el paisaje. El 20 de febrero de 1943 surgió el volcán Parhíkutin en medio de los cimientos, que las campanas de la iglesia repicaron sin que hombre alguno les ordenase. “Fue la furia de Dios” –dicen los sanjuanenses- “quien como castigo por la irrespetuosidad que le guardábamos al Señor de los Milagros, pecando y emborrachándonos en su fiesta, nos mandó el volcán y la desgracia como prueba de fuerza”.
Y así, en diez o doce meses, la lava del volcán convirtió al llano de Cuiyutziro en un “malpaís”.
En junio de 1943 la comunidad de Parícutin, la más cercana al volcán, fue evacuada y trasladada a cinco kilómetros de Uruapan. No obstante el peligro y los ruegos de autoridades civiles y religiosas, la comunidad de San Juan, reunida en asamblea, decidió no abandonar el lugar a menos que la lava llegara al cementerio. No querían abandonar a sus muertos.
Sin embargo, en mayo de 1944, a pesar de las rogativas y las misas, la lava del volcán tiró la barda del panteón. Los hombres de Parangaricutiro dejaron a sus muertos, pero se llevaron con ellos sus recuerdos.
Créditos a Rosa Plá y César Moheno de El Colegio de Michoacán, así lo cuentan en un trabajo.
P.D. A 82 años de distancia, aún quedan sobrevivientes que fueron testigos de este fenómeno natural. El fin de semana posterior al 20 de febrero, habrán de llevarse a cabo diversas actividades culturales conmemorativas, junto a la lava volcánica, en donde quedó sepultado San Juan Parangaricutiro.
Jesús Velázquez El Cachuy y, el alcalde Nuevo Parangaricutiro, Jesús Espinoza Rochín, han organizado varios eventos, como testimonios de algunos los sobrevivientes de la erupción del volcán, danzas y pirekuas tradicionales, así fuegos artificiales en el cono volcánico a manera de una representación de lo que ocurrió hace 82 años, entre otras más.
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