Que la humildad nos guíe
La vida es un carrusel de giros inesperados: hoy podemos sentirnos en la cima, y mañana la vida nos recuerda lo valioso que es aprender desde abajo. Esa dualidad nos enseña que nada es permanente, y que la verdadera fortaleza no está en aferrarse al lugar donde estamos, sino en la actitud con la que transitamos cada etapa. Por eso elijo caminar con humildad: sin mirar a nadie por encima del hombro, sin sentirme más que nadie, sin desear el mal ni envidiar lo que otros tienen.
La humildad me recuerda que cada persona libra batallas invisibles y guarda silencios que no siempre comprendo. Todos tenemos una historia distinta, con luces y sombras, y juzgar desde afuera es olvidar que lo humano es aprender en carne propia. Por eso, en lugar de compararme, agradezco mi propio camino, con sus tropiezos y victorias, porque todo me construye.
Vivir con humildad es aceptar que lo que me corresponde llegará en el momento justo, ni antes ni después. Es reconocer que la vida no se trata de acumular cosas, sino de acumular aprendizajes y sembrar afectos. Que los triunfos son más plenos cuando no humillan, y que las derrotas se vuelven sabias cuando no hieren el corazón.
La verdadera grandeza no se mide por los títulos, ni por lo que se muestra hacia afuera, sino por la sencillez de los gestos cotidianos: escuchar con paciencia, tender una mano cuando alguien la necesita, reconocer un error sin miedo, celebrar los logros ajenos sin envidia, agradecer lo pequeño con la misma alegría que lo grande.
Que hoy tu mirada sea limpia, tu corazón ligero y tu paso firme. Porque la vida da muchas vueltas, pero quien camina con paz, gratitud y humildad, nunca se pierde.
Bendecido jueves.