Agradecer.
La gratitud es una forma de presencia. No se trata solo de reconocer lo que tenemos, sino de habitar el instante con conciencia plena. Agradecer es detener el tiempo por un segundo y decirle a la vida: “Te veo, te valoro, te honro”.
Cuando cultivamos la gratitud, no estamos negando el dolor ni maquillando la dificultad. Estamos eligiendo mirar con profundidad, descubrir el brillo escondido en lo cotidiano. Como enseñan Steindl-Rast y los psicólogos Emmons y McCollough, agradecer no es una reacción, es una decisión que transforma la percepción.
Una mirada, una palabra, el aroma del pan recién hecho… todo puede ser sagrado si lo recibimos con el corazón abierto. La gratitud nos enseña que no hay que esperar a que todo esté bien para sentir paz; basta con reconocer que, incluso en medio del caos, hay belleza que nos sostiene.
Kennedy lo intuía: agradecer no es solo decirlo, es encarnarlo. Es vivir con los ojos despiertos y el alma disponible. Es convertir cada momento en una oportunidad para celebrar lo que somos y lo que compartimos.
Gracias, Gloria, Lolys, Zacarías y Armando, por la amistad que el tiempo no desgasta, por la hospitalidad que siempre reconforta y por recordarnos que los verdaderos lazos se construyen con generosidad y cariño sincero.
Bendecido lunes.
Comenta esta publicación post