Incomodarse con la verdad o acariciarse con la mentira.

La vida constantemente nos presenta una elección: aceptar la verdad, por más incómoda que sea, o refugiarnos en la dulzura momentánea de una mentira. A primera vista, acariciarse con la mentira puede parecer más sencillo, más cómodo. Nos ahorra el dolor inmediato, nos protege del cambio, del esfuerzo, de la confrontación. Sin embargo, esa aparente paz es frágil y pasajera.

Incomodarse con la verdad, en cambio, es un acto de valentía. La verdad puede sacudirnos, puede doler, pero también nos despierta. Nos obliga a crecer, a revisar nuestras creencias, a tomar decisiones difíciles, pero necesarias. La verdad incomoda, sí, pero también libera. Nos permite vivir con autenticidad, construir relaciones más honestas y avanzar con los pies firmes en la realidad.

Escoger la verdad es escoger el crecimiento. Es mirar de frente lo que somos y lo que podemos llegar a ser. Porque solo enfrentando lo verdadero, aunque duela, podemos transformarnos de verdad. La mentira puede acariciar nuestro ego, pero solo la verdad acaricia el alma, aunque lo haga con firmeza.

Bendecido martes.

Redacción Agencia Esquema

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