¿En verdad te falta algo?

De manera constante nos preguntamos qué nos falta, cuando tal vez la verdadera pregunta sea: ¿qué no estamos valorando de lo que ya tenemos?

Vivimos en una época donde la carencia parece un estado natural, no porque falten cosas reales, sino porque nos enseñaron a mirar hacia lo que no hay, en vez de hacia lo que sí está. Pero el bienestar no nace del tener, sino del saber estar. Y estar, en paz y con gratitud, ya es mucho.

Claro, el dinero aligera ciertas cargas. Puede darnos comodidad, acceso, posibilidades. Pero nunca será garante de paz interior, ni de vínculos genuinos, ni de sentido. Porque hay algo más profundo que poseer: sentirse completo. Y la completud no se compra, se cultiva.

La felicidad no se encuentra más adelante, ni en lo que nos falta. Está escondida en lo que ya nos habita, en lo que somos capaces de notar, agradecer, disfrutar. Aquello que se siente sin ser tangible: una palabra oportuna, un silencio que acompaña, una sonrisa sin motivo, la sensación de estar en el lugar justo, en el momento presente.

No se trata de conformismo, sino de sabiduría. Saber que lo que tienes ahora, por imperfecto que sea, puede ser suficiente para florecer. Y desde ahí, aspirar a más, sí, pero no desde la carencia, sino desde la plenitud que impulsa, no desde el vacío que exige.

Porque cuando eres feliz con lo que eres, con lo que vives, con lo que compartes… entonces todo lo que llegue será un regalo, no una condición.

Bendecido martes.

Redacción Agencia Esquema

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