Termina lo que empiezas.

Comenzar algo nuevo siempre trae consigo una energía especial: la emoción de una idea, el entusiasmo del primer paso, la ilusión de lo que puede llegar a ser. Esa energía inicial es poderosa, pero pasajera. Porque, más allá del arranque, está el verdadero reto: terminar lo que empezamos.

Y es que, muchas veces, la motivación se diluye en el camino. Las dudas aparecen, la rutina se impone, las excusas florecen. Lo que al principio parecía claro y emocionante, ahora se siente lejano, difícil o incluso innecesario. Pero es justo ahí, en ese punto de quiebre, donde se mide nuestra determinación, donde se forja el carácter.

Desde una mirada positiva, terminar lo que uno empieza no es una imposición ni una carga: es un acto de respeto hacia ti mismo. Porque cada proyecto inconcluso deja una puerta entreabierta, una energía dispersa. En cambio, cada ciclo cerrado, cada meta alcanzada, fortalece tu confianza y reafirma tu capacidad.

Para lograrlo, es vital que te preguntes con honestidad:
¿Qué me motiva realmente?
¿Estoy actuando por una expectativa externa, o porque esto tiene sentido para mí?
¿Estoy persiguiendo una meta impuesta, o un propósito que nace desde dentro?

Cuando tu motor es interno —tu crecimiento, tu pasión, tu deseo genuino de construir—, la energía puede flaquear, sí, pero el compromiso permanece. Y si alguna vez necesitas pausar, está bien, pero no olvides: pausar no es renunciar.

Termina lo que empiezas, no por obligación, sino porque tu historia merece ser contada completa. Porque mereces sentir la satisfacción de mirar atrás y decir: “sí, lo hice, lo llevé hasta el final”.
Y sobre todo, porque cada vez que terminas algo, creces.
Y al crecer, el siguiente comienzo es aún más fuerte.

Bendecido martes.

Redacción Agencia Esquema

Ver todas las publicaciones

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *