Antonio TENORIO ADAME
MARZO 27 DE 2023… Es común afirmar que la Revolución Mexicana cambió de rumbo por la decisión del presidente Cárdenas de no ceder el poder al general Múgica.
En la sucesión presidencial de 1940, no obstante, operó un proceso participativo donde diversos factores influyeron en dicha determinación, como se advierte a continuación.
POR LA OPOSICIÓN
El presidente Cárdenas favoreció una terna de tres generales de alto rango y de labores públicas reconocidas; éstos fueron los propuestos: Manuel Ávila Camacho, Francisco J. Múgica Velazquez y Rafael Sánchez Tapia.
Las inconformidades salieron a relucir, entre ellas, la de los mugiquistas por la decisión de la Confederación Campesina, ésta a su vez se rebeló contra el presidente del PRM, Luis I. Rodríguez, quien tuvo que presentar su renuncia, y su sustituto fue el general Heriberto Jara, hombre que gozaba de aceptación por su tendencia conciliatoria.
El carácter conciliatorio del Presidente del PRM propició que los sectores del PRI emitieran la Convocatoria para la conformación del Comité Directivo Nacional, frente al cual quedó responsabilizado el ex gobernador de Veracruz, Miguel Alemán; así entonces, los “fieles” de Ávila Camacho lograron “ el más difícil de los objetivos a que pueda aspirar un conglomerado humano: la disciplina” (Georgette José, 2012).
La transmisión de la Presidencia de la República en 1940 no fue nada tersa; la jornada electoral registró irregularidades y sucesos de violencia, sin llegar a generalizarse; no obstante, se destaca como la primera vez que ésta se realiza de manera pacífica, sin asonadas ni sublevaciones que eran apagadas con fuego. Un avance civilizado y humanista acompañado con el reiterado principio de expulsar el crimen político como vía de solución de conflictos.
POR LA MAYORIA
A partir de entonces, las sucesiones presidenciales de México son pacíficas; por otra parte, se argumenta que la fallida llegada de Múgica a la Presidencia abrió la etapa a los gobiernos de derecha que abandonaron la revolución.
Un argumento a todas luces falaz y tendencioso; el tema ha sido escrupulosamente estudiado y debatido en toda su extensión y profundidad.
Un ensayo clásico sobre el tema fue planteado por don Daniel Cosío Villegas, quien en marzo de 1947 escribiera en la revista Cuadernos Americanos “La crisis de México”, donde señalaba la gran destrucción de bienes y personas que cobró la revolución, en la que “todos los hombres de la Revolución Mexicana, sin exceptuar a ninguno, han resultado inferiores a la exigencia de ella”. La Revolución estaba muerta, afirmación que se secundó por otros críticos como don Jesús Silva Herzog.
México iba a la deriva con riesgo de caer en el sacrificio mismo de su nacionalidad; tal era la profecía que ahora parece aproximar su cumplimiento.
El ensayo fue calificado de esquela sepulcral y a su autor se le llamo “ el enterrador”, lo que dio lugar a responder que el sacrificio, hasta entonces registrado, la política de “buenos vecinos”, se pasó a la adhesión pragmática del asimilación anexionista con los Estados Unidos.
En la política interna el presidente Miguel Alemán modificó regresivamente el artículo 27 constitucional en iniciativas aprobadas por el Congreso de la Unión para introducir el amparo en materia agraria y otorgar concesiones privadas en la explotación de hidrocarburos. Se dio marcha atrás en la esencia de la propiedad originaria de la Nación.
Durante las entrevistas de los presidentes Alemán y Truman en la Ciudad de México en marzo, y de Washington, en mayo de 1947, se dieron los tips del nuevo trato, Truman se dolió de los daños de la guerra y exaltó como contraparte el sistema interamericano. En tanto Alemán, durante su disertación en la sesión solemne del Consejo Directivo de la Unión Panamericana, comparó igualitariamente el Congreso de Panamá, convocado por Bolívar, y la creación de la Unión Panamericana de nuestros días, “¡cuántos obstáculos han sido superados, y cuántos egoísmos han sido vencidos!”. El integrismo panamericanista comenzaba a absorbernos; aún faltaba la asimilación generada por el Tratado de Libre Comercio, en su versión neoliberal de Salinas en 1994.Sino en consumatum est; el quiebre de la Revolución Mexicana no se inició con la sucesión de Ávila Camacho, sino con el ascenso de Miguel Alemán a la Presidencia en 1946.
Lo cierto también es que la sentencia de don Daniel Cosío, en torno de que no hubo ningún hombre a la altura de la exigencia de la Revolución Mexicana, queda confirmada por la excepción de Francisco José Múgica Velázquez, quien mantiene viva la luz de la esperanza de un México hogar de todos los mexicanos.
Si bien es cierto, que el hijo de Tingūindín, no ganó la Presidencia de la República, sí generó, en el imaginario mexicano, el paradigma del político ilustrado, justo, valiente y probadamente honrado, que el país requiere para su existencia como nación.
Por eso su imagen brilla en cuanta ocasión sea propicia.
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