Crónicas de Ri.
CUANDO SE PIERDE EL RESPETO
Apenas eran las cinco de la mañana de aquel domingo de Diciembre cuando FRANCISCO CAMPOS se apresuraba a preparar su uniforme de fut bol, pues ese era el día esperado por tantos, tantos, tantos años, atrás quedaría el garrafón de agua y la matraca que cada domingo lo acompañaran a los campos de fútbol de Tacícuaro, para dar paso a una nueva era, la era del futbolista más espectacular jamás visto en esa Tenencia de Morelia; después de diez boleadas los zapatos de fut bol parecían de charol, la playera lucia impecablemente almidonada y qué decir del short y las calcetas que reposaban en lo más alto del armario como si se tratara de la figura más importante de un santuario, ¿que haces PANCHO? Le preguntaba su adormilada mujer, aquí nomás chaparra acomodando mis cosas para que no se me haga tarde., ¿que el juego no era a las dos? Preguntó sorprendida la señora, si, pero no vaya a ser, ya vez que los estudiantes están bloqueando las entradas y mejor llego antes, respondió PANCHITO mientras acomodaba su impecable uniforme en la maleta, el ruido que hacia el también llamado PANCHILI alertó a su hijo PANCHO JR. Que al darse cuenta de la hora solo atinó a decirle, Duérmete apà, anoche no dormiste y aun faltan nueve horas para el juego y quién sabe si te metan; esas palabras le calaron tanto a PANCHILLO que permaneció sentado en un sillón de la sala con la mirada fija en la cedula que un domingo atrás le dieran ¡tengo que jugar, tengo que jugar! Repetía una y otra vez, finalmente el sueño lo venció y ya en los brazos de Morfeo se vio siendo aclamado por la multitud que abarroto el estadio y frenética gritaban gol una y otra vez, sin embargo después de sentir que solo dormitó un momento se dio cuenta que el astro rey estaba casi al centro del cielo, ¡en la madre! Exclamó asustado mientras a gritos preguntaba la hora, son las doce jefe, le respondió el Junior, ¡ya vámonos cabròn, vamos a llegar tarde! Decía desesperado Panchillo, mientras subía su maleta al Jetta de su retoño. El juego era en San Lorenzo Itzicuaro, a tan solo quince minutos de Villas del Pedregal, pero para Panchito fueron los quince minutos más largos de su vida, al llegar a la improvisada cancha de fut bol, únicamente había en esta dos perros callejeros y un teporocho que dormía la mona apoyado en uno de los postes de la portería poniente, pero aquel panorama no le bajó el animo a PANCHILI que de inmediato sacó un ungüento que guardaba celosamente, frotándoselo en sus avejentadas y varicientas piernas inundando el ambiente con el penetrante aroma, el reloj marcaba la una y media y panchito seguía trotando para no enfriarse, cuando en ese momento el resto del equipo hizo su aparición, unos crudos, otros borrachos y uno que otro nadamas desvelado, pero llegaron todos, ¡BUENOS DIAS DON FRANCISCO! Lo saludaron con respeto, ese respeto que se había ganado a pulso en los juegos anteriores, si, en esos juegos en los que fungía de director técnico, esos juegos en los que tantas veces les llamó la atención, les animó y hasta les mostraba jugadas en un pizarrín, ¡DON FRANCISCO ES UN CHINGON! Era el comentario general de los “Malosos de Tacicuaro” y ahora increíblemente lo alinearían, pues finalmente DON FRANCISCO se animó a echarnos la mano en el cuadro, decía el resto del equipo. Esta vez Panchito no dijo quién estaría en la alineación inicial pero opinó que reforzaría la defensa central para ponerle un alto al otro equipo y le fueran midiendo el agua a los camotes, y entonces… Vino el silbatazo inicial, Panchillo le gritaba eufórico a sus compañeros que cuidaran la marca, cuando en ese momento accidentalmente un balón llegó a sus pies y tratando de hacer gala de una olvidada técnica, paró el esférico e intentó pasársela a un compañero, sin embargo los años le cobraron la factura y únicamente rebanó la pelota cayendo esta en los pies de un delantero contrario que no hizo más que empujarla al fondo de las redes, el grito de Gol no se hizo esperar mientras Panchillo se amarraba las agujetas del zapato moviendo negativamente la cabeza a la vez que señalaba sus tachones, ¡no estaban bien amarrados! Decía en justificación, No pasa nada Don Francisco, solo tenga más cuidado, le decían sus compañeros mientras ponían en movimiento el balón, pero apenas pasaron diez minutos cuando de nueva cuenta un balón que no llevaba nada llegó a donde se encontraba Panchito que impotente observó como la esférica pasaba entre sus piernas para incrustarse de nueva cuenta en la portería de los Malosos de Tacicuaro, ¡DON PANCHO! Le gritaron sus compañeros de equipo, esta vez Panchillo optó por hacer como que se sobaba una rodilla. Durante el resto del encuentro cuatro goles más en contra cayeron y en todos y cada uno de ellos Panchito fue el responsable., para cuando el árbitro dio el silbatazo que ponía fin al partido solo podía escucharse un señalamiento generalizado… ¡PINCHE PANCHO!
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